martes, 13 de julio de 2010

-EL GRAN CAPITAN-


Gonzalo Fernández de Córdoba y Aguilar (Montilla (Cordoba), 1 de septiembre de 1453 – Loja (Granada), 2 de diciembre de 1515) fue un noble, político y militar español, duque de Santángelo, de Terranova, de Andría, de Montalto y de Sessa, llamado por su excelencia en el arte de la guerra el Gran Capitán.

Militar español al servicio de los Reyes Católicos. Miembro de la nobleza andaluza (perteneciente a la Casa de Aguilar), hijo segundo del noble caballero don Pedro Fernández de Aguilar, quinto Señor de Aguilar de la Frontera y de Priego de Córdoba, que murió muy mozo, y de la noble dama doña Elvira de Herrera y Enríquez (biznieta del Infante don Fadrique Alfonso de Castilla a través de su madre Blanca Enríquez y Mendoza, hija del Almirante de Castilla (desde 1404) Fadrique Enríquez, casado hacia 1487 con Juana de Mendoza Domínguez "La Ricahembra", la hermana del Almirante castellano anterior).
Gonzalo y su hermano mayor, conocido como Alonso de Aguilar o Alfonso Fernández de Córdoba, se criaron en Córdoba al cuidado del prudente y discreto caballero Don Pedro de Cárcamo.


Siendo niño fue incorporado al servicio del príncipe Alfonso, hermano de la luego reina Isabel I de Castilla como paje y, a la muerte de éste, pasó al séquito de la princesa Isabel. La hermana de ambos cordobeses, conocida con el nombre de Leonor de Arellano y Fernández de Córdoba, casaría con Martín Fernández de Córdoba, Alcaide de Los Donceles.
Fiel a la causa isabelina, inició la carrera militar que le correspondía a un segundón de la nobleza en la Guerra de Sucesión Castellana y en la de Granada, donde sobresalió como soldado en el sitio de Tájara (plaza que también se conoce como castillo de Tajarja o torre de Tájara, situada en el actual pago de las Torres de Huétor-Tájar, Granada ) y la conquista de Íllora: Espía y negociador, se hizo cargo de las últimas negociaciones con el monarca moro Boabdil para la rendición de la ciudad a principios de 1492.
En recompensa por sus destacados servicios, recibió una encomienda de la Orden de Santiago, el señorío de Órgiva, provincia de Granada, y determinadas rentas sobre la producción de la seda granadina, lo cual contribuyó a engrandecer su fortuna.
El Gran capitán fue un genio militar excepcionalmente dotado, que por primera vez manejó combinadamente la infantería, la caballería, y la artillería aprovechándose del apoyo naval.
La combinación de las operaciones de combate permitió a Gonzalo Fernández de Córdoba, en el transcurso de las guerras de Italia, introducir varias reformas sucesivas en el ejército español, que desembocaron en el Tercio.


Aunque puede que no sea más que una leyenda, se cuenta que el rey Fernando el Católico pidió a don Gonzalo cuentas de en qué había gastado el dinero de su reino. Esto habría sido visto por éste como un insulto. De la respuesta hay varias versiones, la más común diría:
Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.
Cierta la anécdota o no, la expresión las cuentas del Gran Capitán han quedado como frase hecha para una relación poco pormenorizada o para una explicación pedida por algo a la que no se tiene derecho.












No hay comentarios: