sábado, 26 de junio de 2010

-LA PATRIA-


Queriendo yo un día

saber qué es la patria,

me dijo un anciano

que mucho la amaba:

La Patria se siente;

no tienen palabras

que claro la expliquen

las lenguas humanas.

Allí, donde todas

las cosas nos hablan

con voz que hasta el fondo

penetra del alma;

allí, donde empieza

la breve jornada

que al hombre en el mundo

los cielos señalan;

allí, donde el canto

materno arrullaba

la cuna que el Ángel

veló, de la guarda;

allí, donde en tierra

bendita y sagrada,

de abuelos y padres

los restos descansan;

allí, donde eleva

su techo la casa

de nuestros mayores...

allí está la Patria.

El valle profundo,

la enhiesta montaña

que vieron alegre

correr nuestra infancia;

las viejas ruinas

de tumbas y de aras,

que mantos hoy visten

de hiedra y de zarzas;

el árbol que frutos

y sombra nos daba,

al son armonioso

del ave y del aura;

recuerdos, amores,

tristeza, esperanzas,

que fuentes han sido

de gozos y lágrimas;

la imagen del templo,

la roca y la playa,

que ni años ni ausencias

del ánimo arrancan;

la voz conocida,

la joven que pasa,

la flor que has regado

y el campo que labras;

ya en dulce concierto,

ya en notas aisladas,

oirás que te dicen:

Aquí está la Patria.

El suelo que pisas

y ostenta las galas

del arte y la industria

de toda tu raza,

no es obra de un día

que el viento quebranta;

labor es de siglos

que el cielo consagra.

En él tuvo origen

la fe que te inflama;

en él tus afectos

más nobles se arraigan;

en él han escrito

buriles y hazañas,

pinceles y plumas,

arados y espadas,

ya anales sombríos,

ya historias que encantan,

y en rasgo indeleble

tu pueblo retratan.

Y en tanto a su vida

la tuya se enlaza,

cual se une a un árbol

al tronco la rama.

Por eso, presente

o en zonas lejanas,

do quiera contigo

va siempre la Patria.



No importa que al hombre

su tierra sea ingrata,

que peste y miseria

jamás de ella salgan;

que viles verdugos

la postren esclava,

rompiendo las leyes

más justas y santas;

que noches eternas

las brumas le traigan,

y nunca los astros

su luz deseada.

Pregunta al proscrito,

pregunta al que vaga

sin pan y sin techo

por tierras extrañas;

pregunta si pueden

jamás olvidarla,

si en sueño o vigilia

por ella no claman,

No existe a sus ojos,

más bella morada,

ni en campo ni en cielo

ninguna le iguala.

Quizá, unidos todos,

se digan mañana:

Mi Dios, es el tuyo;

mi Patria, tu Patria.


Ventura Ruiz de Aguilera (Salamanca, 1820 - Madrid, 1881

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