viernes, 9 de julio de 2010

-EL CODIGO DE HONOR DE LOS ESPARTANOS-


Los guardias personales de cada uno de los dos reyes que gobernaban Esparta recibían el nombre de hippeís, ‘caballeros’, si bien servían como hoplitas en el centro de la falange junto a su soberano. Este destacamiento estaba compuesto por trescientos miembros elegidos mediante una intensa competición. Los candidatos, espartiatas de entre 20 y 29 años, tenían que demostrar su valentía, su destreza con las armas y una excelente preparación física.
 

Pero los seleccionados para luchar en las Termópilas reunían un elemento que les distinguía aún más: eran conscientes de la imposibilidad de vencer al ejército de Jerjes, y por tanto, sabían que acudían a una especie de suicidio colectivo.

 ¿Porqué los persas atacaron Grecia?


Así, en la primavera del año 480 a.C., el rey Jerjes avanzaba en dirección a Atenas con el mayor ejército reunido hasta entonces y con una flota igual de impresionante. Todo para ir a vengar las afrentas sufrudas en el 499 a.C. en Sardes y en la batalla de maratón nueve años antes. El objetivo era convertir a los indómitos ciudadanos helenos en vasallos de Jerjes.
Ante ésta díficil situación, el rey Leónidas, que no estaba destinado a ser rey, pues su hermanastro Celómenes se había suicidado, y su hermano Darío había muerto, decidió entregar su vida y la de los trescientos miembros de su guardia personal con el objetivo de frenar el ejército de Jerjes.

Leónidas se dirigió a las Termópilas con 300 espartanos, a los que se sumaron guerreros de toda Grecia: 7000 hombres debían enfrentar al ejército persa de 200.000 unidades.

                                                               Una muerte inevitable

El código de honor inculcado a través de la agogé -el sistema de educación espartano- les hacía considerar que no existía nada más vergonzoso que ser señalado como un cobarde, algo que inevitablemente sucedía si se regresaba con vida tras una batalla perdida. En ese caso, al sobreviviente se le cosían parches de colores en su capa, se le rechazaba en las syitia (comedores comunitarios), se le retiraban los derechos cívicos y perdía toda esperanza de casarse con la hija de un igual.
De hecho, dos de los elegidos por Leónidas en aquella batalla de Termópilas, Pantitas y Aristodermo, regresaron con vida por motivos diferentes y ninguno pudo soportar semejante escarnio: el primero se ahorcó nada más llegar a Esparta y el segundo se separó de su falange durante la batalla de Platea, en el 479.
A causa de la certeza de que todos morían, ya sea en el campo de batalla, o por el escarnio de regresar con vida, es la razón que Leónidas tuvo en cuenta para añadir un criterio adicional para la selección de los 300: como mínimo,, contar con un hijo varón que continuara su estirpe.

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