jueves, 20 de mayo de 2010

-EL VALLE DE LOS CAIDOS-


CUELGAMUROS
La Basílica Menor de la Santa Cruz del Valle de los Caídos se enclava en el paraje que se denominaba Cuelgamuros: topónimo acaso alusivo a las escarpadas paredes de su montaña.

El lugar se encuentra en el término de San Lorenzo de El Escorial, a cincuenta y ocho kilómetros de Madrid, doce de El Escorial, cincuenta y ocho de Ávila y cuarenta y cinco desde Segovia.

La cerca que rodea los terrenos del Valle, que abarcan 1.365 hectáreas, es de mampostería, de 1,50 metros de alta y 25 kilómetros de larga.

La entrada al Valle está a 970 metros sobre el nivel del mar; la explanada de la abadía, a 1.300 metros; la base de la cruz, a 1.400; y lo más alto de la cruz, a 1.550. Por encima de la cruz sobresale el pico Abantos, de 1.750 metros. La carretera que lleva desde la entrada al Valle hasta el monumento tiene una longitud aproximada de seis kilómetros.

La obra comenzó el año 1940. Fue el general Francisco Franco quien concibió la idea y encontró e1 lugar. Decidió el emplazamiento contemplando Cuelgamuros desde el montículo conocido por Altar Mayor, al que subió con el general Moscardó, por la ladera norte, más suave. Él mismo buscó los arquitectos y los artistas, supervisó los planos y los trabajos. En la construcción intervinieron sucesivamente dos arquitectos: Pedro Muguruza y Diego Méndez.

El viaducto por el que discurre la carretera que salva la hondonada del arroyo Guatel tiene 50 metros de altura.

La basílica alberga los restos mortales de combatientes de ambos bandos de la guerra civil 1936/1939, en número aproximado de cincuenta mil.



EL ESCUDO DE LA ABADIA DEL VALLE DE LOS CAIDOS

El escudo del Valle de los Caídos puede apreciarse en la triple puerta de entrada.



Luce, sobre el águila imperial, la Cruz del Valle y, bajo la misma, las armas de España, el escudo de la Orden de San Benito y la banda real de Castilla, que Franco usó como propia.





LOS JUANELOS

Los Juanelos, las columnas que dan entrada al Valle, son cuatro monolitos de granito que yacían abandonados en los pueblos toledanos de Nambroca -tres- y Sonseca –uno.

Los había mandado tallar Felipe II a Juanelo Turriano, su relojero, que lo había sido también de su padre, Carlos V.

Tienen un diámetro de 1,50 metros, 11 metros de altura, y pesa cada uno unas 47 toneladas





Cuando se construyó el Valle, los inmensos bloques de piedra fueron trasladados en camiones, desde el lugar en que habían sido abandonados siglos atrás. Así los vemos en la fotografía, a su paso por Toledo, salvando el Tajo.





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